2 de DICIEMBRE : DÍA de la ABOLICIÓN del SISTEMA PROSTITUYENTE

Organizamos esta nueva convocatoria Abolicionista conmemorando un aniversario más del día en que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara el "Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena" (resolución 317(IV), de 2 de diciembre de 1949.

PROPONIENDO, desde las Primeras Jornadas Nacionales Abolicionistas 2009, que sea recordado como:

“Día de la Abolición del Sistema Prostituyente”


domingo, 22 de enero de 2012

PONENCIA: Trata de personas. Historia y reflexión acerca de los orígenes de la trata de mujeres y el abolicionismo

PONENTES:
Mariana Smaldone
Claudia Isabel Mesina
Facultad de Filosofía y Letras
UBA
Buenos Aires
Argentina

Claudia Isabel Mesina, Estudiante de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Docente de los niveles primario, Medio y Terciario en Escuelas estatales, privadas y Bachilleratos populares. Feminista e investigadora, partícipe de Proyectos de Reconocimiento Institucional en temáticas de Género, Docencia y Filosofía con Niños, Niñas y Adolescentes en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

 Mariana Smaldone, Feminista. Profesora de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Docente de Escuelas de la zona oeste del Gran Buenos Aires. Integrante de varios proyectos de investigación, algunos de ellos se centran en la temática de género y la Filosofía Feminista. Está elaborando su tesis de Licenciatura sobre al análisis de los entrecruzamientos clásicos de género y clase, a partir de la filosofía de Simone de Beauvoir y su recepción en distintos contextos intelectuales. 



Resumen

El trabajo que presentamos pretende buscar los orígenes y evidenciar las continuidades históricas, sociales y económicas de la trata de personas, sobre todo de mujeres y niñas. Sabemos que la trata es una práctica que nos a traviesan a todos y todas y no podemos hacernos a un lado del problema. Nos sentimos responsables de esta situación que impacta a la humanidad, particularmente a un sector mayoritario de la población: las mujeres.
Consideramos que en el imaginario popular se evidencian diferentes categorías de personas. Hay personas visibilizadas y personas invisibilizadas. Las consecuencias de la invisibilización son variadas y complejas. Sostenemos que la invisibilización desaparece discursos, acciones, identidades, vidas. Por lo tanto, es necesario y primordial evidenciar los discursos, los testimonios, los gritos, para que las identidades salgan a la luz. Este es el objetivo del presente trabajo.
De este modo, en un primer momento, indagamos en los orígenes del patriarcado, uno de los sistemas más ancestrales de sometimiento del sujeto femenino. Sistema que funciona gracias a una ideología dominante que explota cuerpos y expropia discursos, identidades, vidas. Seguidamente, al abordar la historia de la prostitución y de la trata en Argentina, ponemos en evidencia ciertas herramientas jurídicas que se implementaron con el fin de combatir y terminar con las redes mafiosas de trata y tráfico de mujeres. Pero actualmente, la realidad política nacional, demuestra el olvido u omisión de las mismas. De tal modo, nosotras recordamos el momento en se tomó la posición del abolicionismo frente al problema de la prostitución en Argentina.



 Somos desaparecidas sociales: víctimas de las redes de la trata y de las redes de prostitución. Las secuestradas en democracia que no se nombran, las superexplotadas. Las expropiadas como identidades, como cuerpos, como vidas.
Claudia Korol

Introducción

¿Por qué buscar los orígenes y evidenciar las continuidades históricas, sociales y económicas de la trata de personas? En primer lugar porque somos personas. Parece una obviedad pero no lo es tanto cuando ahondamos en las complejidades de la trata de personas sostenida por otras personas.
En segundo lugar, son cuestiones que nos atraviesan a todos y todas, estamos involucrados/as en el problema cualquiera sea nuestra reacción al respecto, por acción u omisión. Es decir, somos todos/as responsables de esta situación que impacta a la humanidad, particularmente a un sector mayoritario de la población: las mujeres.
Consideramos que en el imaginario popular se evidencian diferentes categorías de personas. Hay personas visibilizadas y personas invisibilizadas. Las consecuencias de la invisibilización son variadas y complejas. Sostenemos que la invisibilización desaparece discursos, acciones, identidades, vidas. Por lo tanto, es necesario y primordial evidenciar los discursos, los testimonios, los gritos, para que las identidades salgan a la luz. Este es el objetivo de nuestro trabajo. Por ello indagamos en los orígenes del patriarcado, uno de los sistemas más ancestrales de sometimiento del sujeto femenino.
Este trabajo que hoy compartimos con ustedes, forma parte de un trabajo de investigación más amplio comenzado en el marco de la cátedra de Derechos Humanos con perspectiva de Género, de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires. Desde aquí, nos proponemos ahondar en los orígenes socio-históricos de la prostitución y la trata, específicamente de mujeres, niñas y niños, con fines de prostitución, subrayando además el funcionamiento y vigencia a través de los siglos, del sistema patriarcal un sistema político, económico y cultural, que se ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad, y en diferentes contextos étnicos.

I-             Historia del patriarcado


Partimos entonces, de un breve análisis histórico del patriarcado, lo cual nos permite empezar a comprender el origen de ciertas prácticas culturales que ponen a las mujeres fundamentalmente, en un lugar de inferioridad.
En la historia del origen del patriarcado encontramos también los orígenes de la propiedad privada de los bienes, de esta manera podemos entrar en contacto acerca de cómo se ha producido a lo largo de la misma el desplazamiento de la toma de decisiones y el poder hacia unos pocos. El poder patriarcal con su ideología propia atraviesa todos los estamentos políticos y sociales y su eficacia se evidencia en la prostitución y la trata de personas.
Por otro lado, vemos cómo en un momento lejano de la historia la sexualidad de las mujeres se convirtió en una cuestión de Estado provocando una naturalización.
El factor común entre la trata de personas y el sistema patriarcal es la violencia. La violencia contra la mujer es moneda corriente en nuestros días, pero esto, por supuesto, no es nuevo. La mayor violencia contra la mujer ha sido y es la ejercida por el sistema patriarcal que persiste en el presente y que puede rastrearse en la historia.
Ya en 1792 Mary Wollstonecraft en sus Vindicaciones de los derechos de la mujer  daba cuenta de un sistema de dualismos que identifica a las mujeres como débiles, irracionales y excesivamente sentimentales, entre otras cosas  y dejaba a los hombres las características de fuertes, racionales y recios, quienes por otra parte eran los únicos que tenían acceso a la educación y las mujeres, como sostiene Mary W. no eran más que un accesorio y sólo tenían que contentarse con adornarse un poco para agradar a algún caballero.
Estas categorías y otras caracterizaciones más, como por ejemplo que los hombres son activos, objetivos, abstractos y universales,  mientras que las mujeres son consideradas pasivas, subjetivas, concretas y particulares fueron y son avaladas por el sistema patriarcal vigente mucho antes que en  la Grecia antigua, Aristóteles describa a las mujeres con estas características. Por supuesto que estas características gozan de menor jerarquía que las del sexo viril y para este pensamiento son además biológicamente y esencialmente constitutivas de cada sexo.
Estas jerarquizaciones conforman al sistema patriarcal como un sistema de poder del hombre contra la mujer, y no solo de la mujer, ya que como todo sistema de poder, se ejerce sobre todo lo que considera inútil, distinto o inferior a él. La discriminación de la mujer va acompañada de la discriminación de los niños, los ancianos, los pobres, los homosexuales, las travestis, etc. Es por ello que la trata de personas no es sólo contra las mujeres, sino también contra niños, niñas y adolescentes, inclusive varones adultos pasibles de ser tratados según su condición social, económica y cultural, territorial.
Las feministas tenemos la manía de mirar cuáles son las causas de la subordinación, de la explotación o de la opresión, sostiene Rosa Cobo Bedia[1]. Si nos remitimos a tiempos remotos podremos ubicar el nacimiento de la propiedad privada junto con el nacimiento del patriarcado.
En la antigüedad, en el seno de la unidad familiar doméstica y su principal actividad, el trabajo en el campo, comienza a producirse  la acumulación de bienes, que junto con las herramientas necesarias para su labor, pasan a formar parte de la propiedad privada del varón adulto y luego heredadas exclusivamente por  su hijo varón adulto. La propiedad y acumulación de bienes le permitió al varón adulto un poder sobre la mujer y su prole, ya que necesitaban de él indispensablemente para su supervivencia. 
Las relaciones entre los miembros de una colectividad agrícola eran de desarrollo de fuerzas productivas y de reproducción. La explotación sobre el sujeto femenino en la comunidad agrícola es doble. Por un lado, se la explota mediante el trabajo, ya que el fruto del mismo le pertenece o lo administra su esposo. Por otro lado se explotan sus capacidades de procreación, sobre todo porque es su marido el que goza de los derechos de filiación[2].
Es así como la mujer y los/as niños/as son  actores desplazados de la toma de decisiones y del poder. Nace el poder patriarcal que no sólo subordinó a las mujeres, a los niños y niñas sino que más tarde subordinó a los ancianos, a los desposeídos, a los homosexuales, a las travestis, a los transexuales, a los enfermos y a todos los que eran considerados inferiores o incapaces. Esta ideología se transformó en sistemática.
 Más adelante la ideología patriarcal se transformó en otras fuerzas de dominación[3]: de clase, nacional, de sexo, de capacidades especiales, etc., todo lo que el poder dominante considerase distinto o inferior a él. Esta ideología está presente en todas las instituciones, tanto sociales como políticas, educativas, religiosas, científicas a tal punto que la sexualidad femenina se convirtió en una cuestión de Estado. Cuando la regulación de la sexualidad de las mujeres de las clases propietarias quedó firmemente fijada, la virginidad de las hijas se convirtió en una baza económica para su familia, como afirma Gerda Lerner[4], se consideró necesario diferenciar a las mujeres ‘privadas’ de la mujeres ‘públicas’. La consideración de la mujer no como un otro igual sino como un objeto de consumo llevó a determinar esta visión.
Ya por el año 1250 a.C. en Babilonia se creó la Ley del Velo[5] para diferenciar estos dos tipos de mujeres. El hecho de que sea una ley es lo que lo convierte en una cuestión de Estado además de serlo también el castigo público a quien no acate dicha Ley. Las mujeres privadas, es decir las casadas, tenían la obligación de cubrirse el rostro con un velo (si bien no eran castigadas por no hacerlo), las mujeres públicas[6] tenían la obligación de no utilizarlo y el castigo por no acatar esta orden era sufrir latigazos en el dominio público.
El desarrollo de la esclavitud también hizo mella en la subjetividad femenina. Gerda Lerner sostiene que la esclavitud de las mujeres a mano de los conquistadores es la etapa previa a la creación de los harenes de caudillos vencedores y monarcas que demostraban y ostentaban su riqueza exhibiendo a sus siervas y concubinas.
Entre los asirios en el III milenio a.C. la esclavitud de las mujeres y la consolidación de las clases sociales fueron probablemente la antesala de la prostitución comercial, ya que cuando la esclavitud pasó a ser una institución establecida, los propietarios de esclavos alquilaban a sus esclavas como prostitutas y algunos montaban burdeles comerciales con sus esclavas de personal[7]
La sexualidad de las mujeres convertida en una cuestión de Estado y en una cuestión de clase, llevó como consecuencia el dictado de leyes según la ideología del Estado  a que correspondiese, sea patriarcal, sexista, religioso y/o racista. Siguiendo a Gerda Lerner  la citada  Ley del Velo mesopotámica, también diferenciaba a las mujeres entre quiénes  deben ser "respetables" y quiénes no, dando a entender que lo que diferencia a las mujeres son sus actividades sexuales.[8]
Los asirios también diferenciaban a las mujeres domésticas, que eran las que "servían" a un solo hombre y las mujeres que servían a más de un hombre. Las primeras eran las llamadas “respetables” y pertenecían a una clase social superior que las segundas, las cuales eran llamadas “mujeres públicas”. El hecho de que esto figure en una ley permite que el Estado legisle sobre el propio cuerpo de las mujeres.
La constitución de los Estados modernos se vio en la necesidad de crear cuerpos de seguridad para protección externa -los ejércitos- y para protección interna -los cuerpos de policía-. También los Estados crean su propio cuerpo legal y además se encarga de la organización de la Asistencia Social para proteger a los ciudadanos.
Todas estas instituciones del Estado están atravesadas por una ideología propia. En un Estado capitalista la protección de los individuos es entendida como protección de la propiedad privada de los mismos. Los cuerpos de seguridad son funcionales a la protección de la propiedad privada. En un Estado capitalista clasista se advierten clases sociales bien diferenciadas y se vela por la protección de una clase privilegiada por sobre todas las demás.
Otra institución que no podemos olvidar es la institución del matrimonio, en la cual los Estados también tienen incidencia, ya que un matrimonio sólo es “legal” si está registrado en un organismo para tal fin[9]. El Estado también reglamenta quién tiene la patria potestad sobre los hijos,[10] las obligaciones y los derechos de los cónyuges.
El matrimonio es una institución de larga data, que se ha  ido transformando con el tiempo, pero el rasgo  que persiste  y se resiste al cambio es la subordinación de la mujer respecto del varón o de los roles establecidos y naturalizados, más allá de que las uniones sean homosexuales o heterosexuales.
En los tiempos anteriores a la creación del capitalismo la familia cumplía la doble función productiva-reproductiva, ya que era en el seno familiar donde se producían los bienes para la subsistencia. Con el advenimiento del capitalismo la función de la familia se simplifica, pasando al seno de la sociedad, es decir al seno de lo público, la función de la producción. El lugar de la mujer queda relegado al plano de lo doméstico, plano de menor valor según la hegemónica jerarquía social.
Para la feminista y teórica política australiana Carol Pateman, con el contrato matrimonial nace un ‘contrato sexual’ que los varones van a firmar y es que cada uno de ellos tiene que ser el dueño de una mujer, como lo recuerda Rosa Cobo Bedia en su ponencia ante el Congreso de Diputados en España, en un debate acerca de la prostitución en el año 2006. En ese contrato también va a firmarse que una mujer va a ser para cada varón, y unas pocas mujeres van a ser de uso público para todos los varones. Esto es exactamente la prostitución[11].
La filosofía política de los filósofos  clásicos que pensaron al nuevo ciudadano alejado del salvaje  “estado de naturaleza” tales como Hobbes, Locke, Rousseau y luego Kant y Hegel,  postuló el  concepto de contrato social,  la idea de consentimiento y cuáles debían ser las características del buen gobierno para la formación de verdaderos ciudadanos, claro que la idea de ciudadano sólo era pensada desde una  perspectiva parcial, la del varón, al fin y al cabo se seguía imponiendo la tradicional idea  aristotélica según la cual  cada uno tiene que ocupar el lugar que su propia “naturaleza” le ha determinado, el cual no podrá modificarse ni elegirse. El mayor desafío que deberán afrontar las feministas de todas las épocas será romper con la hegemonía de esta naturalización.
La historia tiene sus vueltas y las relaciones tienen sus vaivenes, sus épocas más laxas y sus épocas más cerradas. Michael Foucault pensaba que antes del s. XVII las relaciones personales tenían cierta franqueza, sobre todo en el discurso, que es lo que él analiza en La Voluntad de Saber. Los códigos eran más laxos, mientras que a partir del s. XIX la burguesía victoriana detenta una sexualidad encerrada, se produce un silencio absoluto en torno al sexo. La familia retoma su función reproductora, la sexualidad se refugia en las alcobas de los padres. Los lugares de tolerancia serían sólo el burdel y los manicomios. En los burdeles, las prostitutas; en los manicomios, los psiquiatras y sus pacientes, únicos habilitados para hablar de los sentimientos reales, únicamente allí el sexo salvaje tendría derecho a formas de lo real, pero fuertemente insularizadas, y a tipos de discursos clandestinos, circunscriptos, cifrados. En todos los demás lugares el puritanismo moderno habría impuesto su triple decreto de prohibición, inexistencia y mutismo[12].

II. Patriarcado en el capitalismo: La prostitución y la trata de mujeres en Argentina


La crisis social y política de los años de pre y post guerras mundiales ha sido el caldo de cultivo de problemáticas ligadas a las inmigraciones de miles de personas que buscaban escaparse de un clima agobiante que no les permitía vivir. El nivel de inmigración en la Argentina era muy alto, sobre todo de mujeres que antes y después de la Primera Guerra Mundial quedaron desamparadas y sin medios para la subsistencia en numerosos países de la Europa arrasada por el horror de la guerra.
En la década de 1930 se gestaba en nuestro país un nacionalismo creciente no sólo en la ciudadanía civil sino también en el pensamiento de los militares. Estos últimos no sólo tenían incidencia en el pensamiento político argentino sino también en numerosas ocasiones tramaron golpes de Estado y se incrustaron en el poder político. El imaginario de la ideología castrense ponía las culpas del desorden nacional en los extranjeros.
Las inmigrantes mujeres provenían mayormente de Europa, eran inmigrantes judías rusas y polacas que ingresaban al país, quienes a sabiendas o no terminaban ejerciendo la prostitución. Se constituyó una red de tratantes judíos y rusos de gran envergadura.
También se dio una significativa migración de mujeres del interior del país, lo cual significó, en un contexto de desempleo, la precarización del trabajo femenino.
La República Argentina tomó la posición del abolicionismo frente al problema de la prostitución sobre la cual coincidieron varios ámbitos con distinta filiación política. Desde la perspectiva de los nacionalistas se pretendió abolir la prostitución y la trata como método de “ordenamiento” de la sociedad. Desde la perspectiva de los socialistas en 1917 se impulsó en el Congreso argentino –en el campo de los derechos civiles- medidas para definir los límites del empleo aceptable para las mujeres, nativas o extranjeras, optando por el trabajo femenino supervisado en la fábrica y en el cabaret.[13]
Los socialistas, además impulsaron medidas en el terreno de los servicios sociales, de profilaxis y atención médica para las mujeres que ejercían la prostitución con el objetivo que sean tratadas las enfermedades venéreas.
Como consecuencia de estas políticas, se decretaban por un lado leyes de control de la inmigración (1921) y por otro lado se proponía un registro de prostitutas que tenían la obligación de asistir a un centro de salud. El proyecto del socialista Giménez en 1917 no avanzó a nivel nacional, motivo por el cual lo impulsa en el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. El proyecto incluía –en aras de eliminar la prostitución en una etapa futura- el tratamiento de enfermedades venéreas, además de impartir clases de educación sexual a las prostitutas registradas.
Este proyecto no era de interés del intendente de Buenos Aires, por lo cual, luego del debate se llega a un acuerdo: abolir los burdeles y permitir el ejercicio de la prostitución en casas particulares siempre y cuando sólo una prostituta estuviera en compañía de una mujer mayor de 45 años que viva con ella y no ejerza la prostitución.
Desde la perspectiva del gobierno provincial esto terminaría con la delincuencia extranjera de la red de tratantes.
Lejos de solucionar el problema, esta medida provocó el aumento de número de burdeles que ahora pasaban a ser las casas de las prostitutas. Tanto es así que en 1926 se promulgó la abolición de las  nuevas casas como burdeles.
El problema no sólo fue abordado por autoridades nacionales sino también por organismos internacionales como el Comité de Tráfico Internacional   de Mujeres y Niños que efectuaba investigaciones sobre trata en distintos países. La Argentina fue el primer país investigado por este organismo.
Otra organización de este tipo era la Liga de las Naciones quienes realizaban informes con el objetivo de visualizar a los actores de la trata, a los cuales se  los clasificaba de dos maneras:
Actores I: Las mujeres prostituidas eran españolas, francesas e italianas. Los tratantes eran por un lado, rufianes franceses que manejaban una red de trata que abarcaba las ciudades de Buenos Aires, Montevideo, La Habana y Río de Janeiro. Por otro lado estaban los rufianes de Italia que eran menos en número.
Actores II: Los  rufianes eran judíos y estaban diseminados por toda América del Sur. Tenían burdeles ubicados a lo largo de toda la Argentina. La red de traficantes judíos estaba formada principalmente por la Sociedad de Varsovia, la cual luego tuviera que cambiar de nombre debido a las quejas de ese país y adoptara el de Zwi Migdal en honor a los hermanos Migdal que regenteara alrededor de 200 burdeles con 3000 mujeres. Por otro lado estaba la Asquenasum, encabezada por su presidente, Simón Rubinstein, quien también regenteaba burdeles diseminados por todo el país.

 

El papel de los funcionarios


La red de trata de personas no hubiera podido diseminarse y ampliarse de la manera en que lo hizo a lo largo de todo el país, sin la complicidad de los funcionarios. La red de cooperación de funcionarios iba desde el organismo policial, que se encargaba de proteger a los rufianes y aportar documentación falsa a las mujeres, entre otras cosas[14].
Por otro lado la protección era ejercida por funcionarios políticos que aceptaban sobornos de los rufianes. Se corría el rumor que Simón Rubinstein conducía un auto con patente oficial que pertenecía al diputado radical Leopoldo Bard.[15]
La policía se escudaba diciendo que no podían llegar a los rufianes y culpaba a la inmigración por los problemas, apelando al ideario popular. La consecuencia de esto fue que sólo eran arrestadas las mujeres. En 1928 se suscitó un gran escándalo policial, varios funcionarios policiales fueron enjuiciados por proveer documentación falsa a mujeres menores de edad. Los funcionarios despedidos volvieron a sus puestos cuando  Hipólito Yrigoyen fue reelecto.[16]

 

Los prejuicios y la figura legal de la “incitación”


Los policías que se dedicaban a investigar la prostitución y la trata a finales de la década del ´20 y principio de la década del ´30 contaban con altos prejuicios que se veían reflejados en sus investigaciones. Por un lado resaltaban los aspectos raciales de la prostitución y en un plano jerárquico colocaban a la mujer europea por encima de la mujer judía. Por ejemplo, el policía Ernesto Pareja, que se encargaba de este tipo de investigaciones, decía en su informe acerca de las mujeres judías que era dado apreciar que no tenían frenos morales y el afán de obtener dinero, sin que mediare otra causa que el dinero mismo. [17] Mientras que aclaraba que la mujer europea entraba en la prostitución luego de largos períodos de miseria.[18]
Estos informes a los que podemos calificar de racistas y sexistas pretendían reforzar un estereotipo de tratante de blancas y de la prostituta como típicamente judíos.[19]
Con la llegada de los militares al poder en 1930, el intendente de Buenos Aires, José Guerrico dictó un decreto que abolía la prostitución en capital. Estas idas y venidas de las medidas oficiales creaban un clima de confusión que beneficiaba a los tratantes, a los cuales era muy difícil de eliminar.
En 1934 se instaló una nueva figura relacionada a la prostitución, a partir de ese momento se instaló la categoría de “incitar” y se pretendía castigar a las mujeres que incitaban  a los hombres con propuestas sexuales, con lo cual la carga recaía nuevamente sobre las mujeres, convirtiendo al  ejercicio de la prostitución en una actividad ilegal, y no así el regenteo de los burdeles[20].
Hacia 1935, gracias al caldo de cultivo ideológico, la institución policial se abogaba el papel de “proteger” a los/as jóvenes, por lo cual era necesario vigilar a las mujeres. Estas, a raíz de la Reforma de salud pública de 1933, y no se veían obligadas a realizarse exámenes médicos y por lo tanto, el destino de su salud corría por su propia cuenta.
Debido al estado de situación de los países europeos y la creciente inmigración femenina, crece figurativamente el empleo femenino y por consiguiente, el nivel de independencia económica de las mujeres, lo cual provocó un desánimo de los reformistas morales.
Para los varones argentinos, las trabajadoras cada vez más independientes, se conformaban en un peligro, ya que destruían la esencia de la autoridad masculina y la vida familiar. Hasta que abandonaran su libertad y se sometieran a la autoridad como lo habían hecho las prostitutas en el pasado, todas las mujeres eran víctimas potenciales de la trata de blancas y necesitaban ser protegidas.[21] La cuestión de la trata en la Argentina, más allá de sus orígenes y dada la persistencia de los problemas y las ideologías reinantes, es una cuestión que sigue abierta…

Conclusión:

A partir de este trabajo nosotras señalamos que el carácter delictivo y criminal también está enquistado en las instituciones del Estado. La complicidad y la responsabilidad del poder estatal atraviesan dictaduras y democracias para desembocar en un estado actual de la cuestión, que nos interpela, que nos lacera en la profundidad de nuestros cuerpos y pensamientos cada vez que leemos un nuevo volante con los datos de alguna muchacha, niña o niño desaparecida/o justo allí a la vuelta de la esquina.
Por estas razones, consideramos factible el funcionamiento de un sistema abolicionista, que no criminalice a las mujeres en situación de prostitución, sino que condene a las mafias, a los cómplices y a los clientes, en fin a todo un aparato patriarcal que sostiene la ideología de sometimiento de la mujer y la materializa traficando y mercantilizando nuestros cuerpos. Compartimos la idea de un mundo sin prostitución. Pero para ello debemos lograr una sociedad con iguales oportunidades, en donde cada mujer pueda decidir, o al menos vivenciar condiciones de vida dignas y otras alternativas de trabajo u otras formas de “ganarse la vida” que la dignifiquen como ser humano.
A partir de los datos históricos no podemos decir que no se haya hecho nada en nuestro país en vías de solucionar el problema de la trata, esto lo confirman leyes como las impulsadas por los socialistas en 1917. Pero la actualidad nos demuestra la omisión de estar herramientas legales, proclives a combatir tanto las mafias como así también un sistema de sometimiento de las mujeres, avalado por el Estado nacional. Estas omisiones o complicidades, hacen a la persistencia de la naturalización de estas prácticas a la luz de la población. Por ello, consideramos que el abolicionismo tiene que ser un punto de partida para un cambio sustancial tanto a nivel judicial, político, económico, de trabajo social, comunicación y sobre todo educación.

 [1] Cobo Bedia, Rosa, “Ponencia sobre la prostitución en nuestro país.” Congreso de los Diputados, Madrid, 20 de Junio de 2006
[2] Cfr. Ibid,  p. 112
[3] Facio, A. y Fries L.: “Feminismo y patriarcado” en  Género y Derecho. Chile, Lom Ediciones/La Morada, 1999, p. 24
[4] Lerner, Gerda, La Creación del Patriarcado. Barcelona, Ed. Crítica, 1990, p. 210
[5] Ley mesopotámica que en su artículo 40 legislaba qué mujeres debían usar velo y quiénes no podían hacerlo bajo apercibimiento.
[6] La visión de la mujer como un objeto pasible de consumo ayudó a determinarlo.
[7] Gerda Lerner, Op. cit, p. 207
[8] Ibid,  p. 210
[9] También hay leyes que especifican quién se puede casar con quién, es decir un hombre con una mujer, salvo el caso de la “unión civil” aprobada recientemente entre miembros del mismo sexo pero que no tiene la misma jerarquía legal que el contrato matrimonial heterosexual.
[10] Las mujeres también han tenido que luchar para lograr esto en nuestro país y todavía continúan haciéndolo en muchos  países donde no se les reconoce este derecho sobre sus hijos y deben acatar la decisión  de sus maridos.
[11] Cobo Bedia, Rosa, “Ponencia sobre la Prostitución en nuestro país”, Congreso de los Diputados, España, 20 de Junio 2006.
[12] Foucault, Michel, Historia de la Sexualidad. 1 La Voluntad de Saber. Siglo XXI Editores, p. 11 (las negritas son nuestras)
[13] Cfr. Guy Donna, “¿La batalla final?”, en El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875-1955. Sudamericana, Buenos Aires, 1994
[14] “En 1928, varios miembros de la policía de Buenos Aires fueron enjuiciados por haber falsificado documentos oficiales para que mujeres menores de edad pudieran trabajar como prostitutas en los burdeles que quedaban. Según Herr Koster, un rufián alemán: “Lo único que se necesitaba era una fotografía, y después se obtenía el certificado donde se dejaba un espacio  en blanco para las huellas digitales y la firma, que debía llenarse más tarde”
Probablemente las denuncias contra la policía se levantaron y ese mismo año, apenas Hipólito Yrigoyen fue reelecto presidente, los hombres volvieron a sus cargos como si nada hubiera ocurrido” Donna Guy, Op. cit. pp. 155-156
[15] Cfr. Ibid.
[16] Ver nota 25
[17] Op. cit., p. 158
[18] Op.cit, citado por Donna Guy  de Pareja, Ernesto, La prostitución en Buenos Aires, pp. 61-62
[19] Ibid.
[20] Op. cit, p. 164
[21] Op. cit,  p. 170


Bibliografía

Cobo Bedia, Rosa, “Ponencia sobre la prostitución en nuestro país.” Congreso de los Diputados, Madrid, 20 de Junio de 2006
Facio, A. y Fries L.: “Feminismo y patriarcado” en  Género y Derecho. Chile, Lom Ediciones/La Morada, 1999.
Fontenla; Marta: “La prostitución, la trata de mujeres y niñas y la ley: ¿derechos de las humanas o seguridad del Estado? (Charla).
Foucault, Michel, Historia de la Sexualidad. 1 La Voluntad de Saber. Siglo XXI Editores, 1986.
 Guy Donna, “¿La batalla final?”, en El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875-1955. Sudamericana, Buenos Aires, 1994.
Korol, Claudia: Intervención en la Legislatura porteña (2007). http://
www.larosabrindada.blogspot.com
Lerner, Gerda, La Creación del Patriarcado. Barcelona, Ed. Crítica, 1990.
Meillassoux, Claude,  Mujeres, Graneros y Capitales. Economía doméstica y capitalismo, México, Siglo XXI Editores, 1985.




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